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domingo, 3 de mayo de 2020

La leyenda del reyezuelo

Muchos de nosotros conocemos al pequeño reyezuelo, un ave forestal cuyo género se divide en dos especies:
  1. Reyezuelo listado: Regulus ignicapilla. Más abundante que el sencillo, habita en bosques desde los 0 metros hasta los 1000 m , llegando con menos frecuencia a 2000 m.
  2. Reyezuelo sencillo: Regulus regulus. Tiene el titulo de ave europea mas pequeña, siendo poco frecuente, prefiere los bosques húmedos del norte peninsular, sobre todo los de Pirineos y Cordillera Cantábrica. Habitando a mas altura que su primo desde los 1000 m hasta los 2000m.

Ambos son más comunes en la mitad norte de la península ibérica recluidos en zonas montañosas a medida que avanzamos hacia el sur, presentes todo el año. No obstante su distribución puede variar en invierno por la llegada de ejemplares del norte de Europa.

Lo que no se suele conocer es que en latín (Regulus) es un diminutivo de rey (regis), es decir reyezuelo, pequeño rey... e ignicapilla se puede traducir como pelo de fuego (ignis fuego y capillus pelo) haciendo referencia a su característico color anaranjado, amarillo del píleo (parte superior de la cabeza) que recuerda a una corona.

Pero estos nombres quizá no deriven de una simple característica morfológica, sino de una leyenda cuyo origen puede ser una de las fábulas del griego Esopo.

La leyenda dice:


Un día se reunieron todas las aves para decidir cuál sería su reina. Tras un largo debate acordaron que aquella que volase más alto se coronaría como monarca. 

Algunas comenzaban subiendo raudas como un rayo, como los vencejos y los halcones, otras se elevaban mas lentamente, como los buitres y las cigüeñas...

Pero ninguna ascendía como el águila real, rápida y segura de si misma, como una gran reina. 

Pronto dejó a todas las aves atrás pero incluso esta tenía un límite. Extenuada, cuando no podía subir más, el pequeño reyezuelo salió escondido de entre sus plumas, alzándose por encima.

Como premio a su sabiduría, el Dios sol dibujó con uno de sus rayos una corona en la cabeza del pequeñín, la cuál sigue exhibiendo en nuestros días.



Como toda gran fabula, podemos aprender de su moraleja.

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Referencias:

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